El asunto de cómo controlar la violencia cotidiana que se cierne en las calles de cualquier ciudad de la República y cómo erradicar a los grupos criminales de narcos que manejan el secuestro y la extorsión no es algo nuevo para el gobierno y los legisladores actuales. Peña Nieto dejó pasar cinco años para intentar endilgarnos una ley de seguridad interna que al involucrar como principal actor al Ejército, no hace sino repetir una receta inútil ya probada en su ineficacia por anteriores administraciones, como la de Ernesto Zedillo y la de Felipe Calderón.
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