Los primeros tanteos de campaña terminarán al final de diciembre. En enero se espera ver el despegue de ofertas para delinear gobierno. Será el tiempo propicio para aventurar la mirada y tocar, tanto lo pasado, como las líneas definitorias de lo que espera más allá, unos cuantos meses. A juicio de varios analistas y estudiosos de la realidad del país varios son los inevitables temas que exigen atención. Para empezar se deberá penetrar, hasta donde sea posible, en la desigualdad prevaleciente y sus derivadas futuras. Esto obliga a revisar la prioridad que hoy se otorga al actual modelo de gobierno, causal directa de la injusta distribución de bienes, servicios y oportunidades. En particular a su vertiente económica que, sin miramiento alguno, aplasta los ingresos personales y restringe la inversión gubernamental. Íntimamente ligado a ello, la corrupción tendrá sitio privilegiado y no podrá evadirse del escrutinio público. Constituirá, sin duda, punto nodal e hilo determinante de toda la campaña. Este aspecto, con inescapables matices éticos, no sólo incidirá en los candidatos sino que se extenderá a las agrupaciones que los apoyan. El respeto a la voluntad ciudadana y su extensión al voto con su obligada desembocadura en la legitimidad, será un imperativo para la gobernabilidad. Por último se tendrá que clarificar el lugar y las posturas del país en el mundo actual.
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