Digámoslo ya y sin ambages: la república no va y los aspirantes a gobernarla no dan señas de que han tomado nota. Ni la economía ni la estructura social parecen capacitadas para responder a una demografía del tamaño, composición y dinámica de la mexicana. Tampoco la democracia y su pluralismo han podido responder al reclamo fundamental de la época, que es contra la desigualdad, la desprotección y la vulnerabilidad que embargan la vida cotidiana de millones de compatriotas.
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