Una historia de la violencia política contemporánea en México debería, al menos, remontarse a la década de los años 40 del siglo XX, el momento en que los conflictos que distinguieron a la Revolución Mexicana encontraron en el régimen corporativo la solución que definió la longeva estabilidad del antiguo sistema político. Un sistema que se caracterizó (a lo largo de cinco décadas) por el dominio de un partido único, que recurrió a las más disímbolas formas de represión, marginación y exclusión para mantener fuera (o al margen) de la esfera de la representación a las principales fuerzas de la oposición política y social.
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