Pues con la novedad de que la columneta irrumpe en el mundo de la globalidad. Con motivo de la crónica que les presenté sobre la hazaña, tan equívoca como redituable, llevada a cabo por don Cristóbal Colón y una runfla de aventureros de la peor calaña, allá por el año de gracia de 1492, he recibido un cúmulo de comentarios. En algunos me piden mayores datos, otros cuestionan mi dicho, pero la inmensa mayoría coincide en que los pelafustanes que zarparon del Puerto de Palos con rumbo totalmente erróneo, constituyeron la primera generación de los aventureros que, a partir de entonces, decididos a “hacer la América” durante siglos se han dedicado a deshacerla en su beneficio. Entre los bucaneros que abordaron la Mari Galante, pensando que era un burdel (confiados en que los que se bamboleaban eran ellos y no la nave), había varios homicidas, otros condenados por delitos diversos y una infinidad de cómplices. Esos son, ni modo, los genes de la realeza hispana que llevamos siglos tratando de superar.
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