La descomposición orgánica, la putrefacción de instituciones y valores, es histórica y universal, no coyuntural y nacional. La propia Revolución Francesa, cima de las conquistas mundiales y punto axial de la civilización, tuvo sus momentos de reflujo y degradación. Los girondinos orquestaron el asesinato de Marat por su radicalismo ajeno a los principios de origen; Robespierre pasó por la guillotina a Danton, acusado de recibir sobornos de los monárquicos; y luego, acusado de dictador y de sembrar el terror, el antes denominado “incorruptible”, fue pasado por el mismo rasero fulminante. El crimen político fue, en todos los casos, con sus variantes, la corrupción.
de La Jornada: Política http://bit.ly/2GP7IcS
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