No sólo fue la herencia del pasado sexenio priísta de Enrique Peña Nieto la disruptiva, sino que se le agregan los temblores y derrumbes de otros adicionales. De cierto, fueron los periodos de aquellos que, a partir del inicio de los años ochenta al frente del Ejecutivo federal, dejaron indeleble sello. En primera línea se incluyen a las malhadadas gestiones de origen panista. Ambos titulares, Calderón y Fox, no escatimaron recursos para condicionar el manejo de los asuntos públicos a los que les sucedieron. Tampoco se excluye a los demás de corte priísta, simplemente se apunta como una nota al pie de página. Lo cierto es que los mexicanos sienten, en carne viva, las estribaciones de todo el conjunto. La misma nación resiente innumerables condicionamientos en sus oportunidades de desarrollo. Poco se diga de las tribulaciones causadas a todos aquellos situados en la base de la pirámide poblacional, en especial los de mero abajo.
de La Jornada: Política http://bit.ly/2JV4pTp
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