El sector del Estado que más ruido causaba a los gobiernos oligárquicos era el educativo. Salinas consolidó y renovó el control charro del sindicato de maestros por medio de Elba Esther Gordillo y sus intelectuales orgánicos adulteraron los planes de estudio para torcer su sentido como formadores de identidad nacional. Zedillo mantuvo la hostilidad gubernamental en contra de los maestros; Fox hizo pingües negocios con estafas como su “pizarrón digital” y su “ Enciclomedia”; Calderón prefirió embarcar al país en una aventura sangrienta antes que procurar mejoras de fondo a la educación y Peña Nieto logró imponer –con la colaboración de las cúpulas partidistas del PRI, el PAN, el PRD, el Verde y el Panal– una reforma constitucional que se apellidaba “educativa”, pero que era, en realidad, un mazo para demoler la organización sindical de los profesores y abrir la puerta de la educación pública a los capitales privados y la corrupción.
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