Los pájaros de Alfred Hitchcock no termina con un amanecer esplendoroso, donde el sol alumbra un nuevo día porque toda amenaza ha desaparecido, y los protagonistas, tras el terror del ataque sin sentido de las aves, despiertan a una vida feliz, sin más sobresaltos. Al contrario. Los pájaros siguen allí, aglomerados en los techos, en los tendidos eléctricos, porque sólo se trata de una tregua. Volverán a atacar.
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