En los últimos días el ultraderechista presidente Jair Bolsonaro cambió radicalmente de conducta. Bajó de manera sensible el tono agresivo con que se dirigía al Congreso y al Supremo Tribunal Federal y dejó de participar en manifestaciones callejeras antidemocráticas que piden intervención militar. Al contrario de lo que venía impulsando –una ruptura con los demás poderes constitucionales–, pasó a defender “un clima de entendimiento” con el Congreso y con la Corte Suprema de Brasil.
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