No te apenes, Ortiz, por ser catalogado como un capitis deminutio. En estos momentos todos estamos inmersos en ese estatus: captos de mente por el agobio de la enfermedad, por el temor a lo inexplicable, por el pánico a ser víctimas o victimarios. Por lo que nos rodea y de lo que, más allá de su letalidad, poco conocemos, por el obligado distanciamiento de los nuestros, a los que ahora en verdad extrañamos. Por la angustia del mañana, como nunca incierto. ¡Quién lo creyera! pero ahora, la conseja popular de que: “Mal de muchos, consuelo de tontos”, tiene otro significado diferente. El mal de muchos no nos alegra, pero sí, al tiempo que nos alarma, nos hace concebir la esperanza de que, si esa dolencia que nos aqueja es compartida, será más prontamente registrada y atendida: mal de muchos, es igual a demanda social, colectiva o sea, más pronto tomada en cuenta. Así me escribió una miembra de la multitud, a quien muchísimo agradezco por ayudarme a volver a mis cabales. No sé por qué me pide guardar sus datos y sólo me dice: paisano, considérame la sobrina de Rosita Alvírez. Para mí, más que suficiente acreditación.
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