Para decirlo pronto: hasta hoy no está en juego ningún “modelo” nuevo para el desarrollo o la evolución política del país. Tampoco está en la orden del día de la política del poder la demolición del Estado o del “modelo neoliberal”, convertido en el Frankenstein mexica. Si algo (de)muestra la experiencia mexicana, con sus modelos y modelajes, es la enorme dificultad que se tiene para (re)construir o cambiar de modelo sin echar al niño con el agua sucia de la bañera. La supervivencia, que diría O’Gorman, del virreinato a la Cuarta Transformación, sigue entre nosotros como desafío a toda modernización epidérmica o cambio mayor en la organización político-económica.
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