La convención del Partido Republicano fue un ejemplo claro de la capitulación en la búsqueda de algún elemento que pudiese coadyuvar a reconstruir el desastroso estado de ánimo en que se encuentra Estados Unidos. Un desfile interminable de oradores reiteró una y otra vez su adoración por Donald Trump, y el clímax llegó cuando el vicepresidente Pence acuñó el lema que dará cuerpo a la campaña que empieza: “Hagamos América grande nuevamente”. No queda claro si se trata de regresar al pasado en el que Estados Unidos cimentó su exitoso crecimiento o de reditar los fracasos mediante los que Trump ha tratado de derruirlo. Trump y sus corifeos no parecen caer en cuenta que el creciente individualismo que ha corroído a la sociedad estadunidense es el que ellos han llevado al paroxismo en los últimos cuatro años. La mentira como sistema y el cinismo como coartada han caracterizado los pasados cuatro años como forma de gobierno, sin mediar la más mínima capacidad de reflexión o autocrítica. El resultado es una nación dividida en la que sus integrantes difícilmente se reconocen a sí mismos como parte integral de ella.
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