Muchos lloran su muerte, pero la mayoría acabaron con su vida. Son cómplices necesarios. Periodistas deportivos, cronistas políticos, tertulianos, cómicos. Aquellos que pasan del amor al odio en cuestión de segundos, que disfrazan su mediocridad bajo la crítica fácil y la descalificación. Se han reído de sus enfermedades, de su adicción, la han instrumentalizado para subir audiencia. A esta lista, debemos agregar compañeros, quienes compartieron vestuario, los que callaron. Lo abandonaron. Los presidentes de clubes en los cuales se entregó en cada partido, lo ningunearon. Lo transformaron en un esclavo de sus intereses, fue moneda de cambio.
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