En los últimos días, en medio de la tensión permanente en la política, con el desempleo rompiendo absolutamente todas las marcas históricas y la reanudación de los efectos mortales del coronavirus (el pasado viernes tanto en Río como en Sao Paulo la red pública estaba al borde del colapso, y la privada se acercaba al mismo cuadro), Brasil se vio cara a cara con un tema que suele ser negado por sus élites y el conservadurismo: el racismo estructural que impera en la sociedad.
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