En general, al Estado mexicano no le ha entusiasmado la autonomía universitaria y se ha propuesto controlarla y, en momentos, hasta eliminarla. Como en 1920, cuando el gobernador Múgica suprimió la primera autonomía en México (Universidad Michoacana, 1917) diciendo que “de continuar la autonomía de la universidad, seguirá ésta constituida en un feudo de directores, quienes ejecutarían todos los caprichos de una voluntad soberana contando para ello no únicamente con la inacción del gobierno, sino con todo su apoyo económico”. (Hernández Díaz., J. y Pérez Pintor, H., 2017:40). Sin embargo, años más tarde (1944) el gobierno de Ávila Camacho, según dice “interviniendo sólo para no intervenir” (secretario Torres Bodet, en Ordorika, 2006: 98ss) promueve que sea un pequeño grupo (Junta de Gobierno) quien nombre a los directivos (y al rector como “jefe nato”) y que ejerzan el control sobre el Consejo Universitario.
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