Nos acercamos a la gran cita democrática del 6 de junio y la verdad desnuda es que lo hacemos con elementales mecanismos para conducir la culminación del proceso electoral, la emisión del voto, sometidos a embates sin precedente, porque muchos proceden del poder presidencial. Tan sólo por su magnitud y alcance territorial, debería haber concitado un interés amplio y robusto por parte de los actores principales del drama, partidos y candidatos desde luego, pero también aparatos de Estado y mandatarios.
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