Desde el inicio, la idea de juzgar a los ex presidentes por sus saqueos, corrupción y masacres fue enfrentada con un argumento endeble: que se les aplique “la ley” y dejen de estar preguntándole a los ciudadanos. Más allá de que la consulta también es legal y de que su pregunta la redactó la Suprema Corte, el razonamiento de que las leyes son lo mismo que la justicia es pueril. La larga tradición de Antígona, que opone la justicia a la ley en Tebas, llega hasta los antiesclavistas y a los que objetan las leyes antijudías del nazismo, y está en el centro mismo de la idea del derecho como algo que se modifica y es histórico. Si no, ¿para qué tendríamos legisladores y jueces? Pero, sobre todo, ¿para qué constituirnos como ciudadanos?
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