Las vidas de Tomás Rojo, indígena yaqui y vocero de su pueblo, y Antonio Helguera, monero y vocero también pero de otra banda, terminaron trágicamente a pocos días de distancia. No compartieron casi nada de lo que se enfatiza en estos casos, pero sí coincidieron en lo fundamental. Helguera, egresado del Colegio Madrid (privado, del exilio español, del “pensamiento crítico, basado en el cuestionamiento razonado”), creció en La Esmeralda del INBAL, vivió profundamente comprometido con sus compañeros y con su pasión por dibujar al país, momento a momento, a través de cientos de jornadas. Y murió apenas al alba de la etapa más asentadamente productiva de su vida, que merecía ser larga. Y eso duele.
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