La protesta del pasado domingo 11 de julio en Cuba fue la más exigente desde 1994, cuando el maleconazo, que se limitó al centro de La Habana, a pocas personas, duró un par de días y produjo la salida de los “balseros”. Esta vez la disconformidad fue mayor y diversa. Todos a una las derechas y ultraderechas del mundo alzaron la voz contra la “dictadura comunista”, sin referencia a la voz y el voto de los países del mundo que en la ONU volvieron a expresarse en favor de abolir el abyecto bloqueo económico de Estados Unidos. Como ocurre desde 1992, ese ejercicio tuvo el voto en contra de EU, autor del sufrimiento de los cubanos, y el del régimen facha de Israel, acompañados ahora del neófito uribista Iván Duque (Colombia), del actor comediante Volodímir Zelenski (Ucrania) y del alcornoque Jair Bolsonaro (Brasil), que se “abstuvieron” frente a la carnicera política de EU sobre un país que no agacha la cerviz ante el imperio. Como sí la agachó, ipso facto, como siempre, Luis Almagro y su alma gemela Michelle Bachelet.
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