Los interrogantes para juzgar la conducta de gobiernos y dirigentes que se proclaman de izquierdas y progresistas son variopintos. Inquirir si debemos aplicar categorías ético-morales se ha convertido en un campo de batalla. Hay quienes rechazan dicha opción bajo el argumento de tirar piedras sobre tu tejado y apoyar procesos desestabilizadores. Ernesto Che Guevara, en La guerra de guerrillas, subrayó la necesidad de ejercer una crítica radical, rechazando comportamientos corruptos. La verdad revolucionaria, matizó, no puede dejar pasar actitudes displicentes, hay que denunciarlas y combatirlas. Buscó dar ejemplo y guardó siempre un saber estar ético y moral. Así definía el rol del guerrillero: “Debe tener una conducta moral que lo acredite como verdadero sacerdote de la reforma que pretende. A la austeridad obligada por las difíciles condiciones de la guerra debe sumar la austeridad nacida de un rígido autocontrol que impida todo exceso…”
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