Hoy, domingo 25 de julio, trato de pergeñar con temor, desesperación, inseguridad, unos sencillos renglones que pudieran trasmitir, a quien esto lea, la importancia, de participar en la consulta del 1° de agosto. Entiendo que mi posición resulta absolutamente radical y alucinada, pero, con toda sinceridad, pienso que la votación de este día tiene tanto o mayor trascendencia que la efectuada el pasado junio, en la que, sin haber alcanzado la llamada mayoría calificada, Morena ganó un número suficiente de escaños como para asegurar la aprobación de la propuesta de presupuesto que le permitirá llevar a cabo su proyecto fundamental de transformación económica, social y política del país. Además, por supuesto, del número inusitado de gubernaturas, ayuntamientos y congresos locales, en territorios hasta hace poco tradicionalmente inaccesibles para un partido que se atrevía a situarse abiertamente a la izquierda, en el espectro político tradicional.
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