En los pasados dos meses, el movimiento indígena de México ha perdido a dos de sus más lúcidos y comprometidos defensores del territorio y de los derechos de los pueblos, el líder yaqui Tomás Rojo y el activista tsotsil, Simón Pedro Pérez López. Sus muertes han sido parte de un continuum de violencias ejercidas sobre sus territorios, que han incluido el desplazamiento forzado, la desaparición, el feminicidio y el uso de fosas clandestinas como parte de una “pedagogía del terror” ejercida por actores armados integrantes del crimen organizado, de grupos paramilitares, con la participación directa o indirecta de fuerzas de seguridad.
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