Cierran las campañas pero siguen abiertas las evidencias de irregularidades graves. El tufo del fraude en curso es fuerte, pero aún así los partícipes en la obra de teatro electoral prefieren cumplir con sus roles establecidos, entre los cuales se incluye, desde luego, la oposición institucional en sus distintos grados. Mítines, discursos, acarreos, promesas y advertencias, en un carrusel de temporada a cuyo final los ganadores seguirán montados en su caballería ventajosa previamente establecida, mientras los adversarios insertos en el sistema se irán conformando con los premios de consolación o las porciones convenidas o por convenir. El juego democrático, le llaman.
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