La proximidad de las elecciones está acelerando la tensión de los movimientos sociales frente al Estado, especialmente en el caso de los que se han propuesto una suerte de activismo negativo frente al proceso, sea el caso de los anulistas o los abstencionistas conscientes de la medida como acción política, porque en su gran mayoría quienes se abstienen lo hacen sin articulación de agendas y en una suerte de masivas decisiones individualizadas que expresan desinterés y sobre todo distancia, con todo espacio de participación política, partidaria o no.
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