Ninguno de los aspirantes no partidarios a la Presidencia de la República (llamarlos “independientes” es obsequiarle a la simulación un galón extra) debió haber sido registrado. En todos, el problema fue no sólo la obtención de las firmas exigidas para el registro, sino –y esto es lo grave– los ilícitos en que incurrieron para obtenerlas. Como dijo el ex consejero del INE, Jaime Cárdenas, si tales ilegalidades no tienen consecuencia alguna, ¿para qué está la autoridad electoral?
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