México perdió la oportunidad de que una mujer indígena aparezca en la boleta electoral, en un proceso que desnudó, aun sin proponérselo, la desfachatez de quienes organizan las elecciones venideras. Marichuy, el Concejo Indígena de Gobierno (CGI) y los 10 mil auxiliares que la acompañaron no fueron derrotados al no alcanzar el delirante número de firmas impuesto por el Instituto Nacional Electoral (INE) a los aspirantes a una candidatura independiente. Todo lo contrario. Triunfaron su honestidad y su ética frente a los actos delictivos del resto de los aspirantes, quienes hicieron trampa flagrantemente y, como en el caso de Margarita Zavala, aún así su nombre será una opción para un país en desgracia.
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