Los números mostrados por las recientes encuestas de apoyo a los candidatos a la Presidencia han desatado urgido frenesí difusivo. El puntero en las preferencias, el temido Andrés Manuel López Obrador (AMLO), se aleja de los dos o tres seguidores en la contienda. Y no sólo eso preocupa a los estrategas del oficialismo, sino que, además, de manera mecánica, intuitiva o poco razonada, se le da tratamiento presidencial. La opinocracia encabeza tanto la andanada de ataques como, irónicamente, el implícito reconocimiento de ganador final. No tardarán en darse cuenta de la inyección de aliento positivo que tal situación acarrea. De continuar por esa ruta terminarán sumándole algunos miles, tal vez millones, de apoyadores adicionales si no corrigen lo que viene sucediendo.
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