El triunfador implacable en el fuero partidista interno se ha convertido en una diluida estampa flotante luego que el gobierno federal dio a conocer el expediente de corrupción relacionado con una nave industrial en Querétaro. Aquel Ricardo Anaya Cortés que aplastaba a sus contrincantes en la carrera panista (Gustavo Madero, Felipe y Margarita, Rafael Moreno Valle, entre otros), fue ablandado mediante un golpeteo a sus bajos fondos (empresariales). El estrujamiento mediático y político le tumbó las fabricadas apariencias de “chico maravilla” y le colocó en una estantería realista, como un ingrediente tácticamente investido de opositor pero, en realidad, y por más vocinglería “crítica” que practique, un elemento con natural tendencia dúctil a los arreglos finales de la estrategia del sistema político al que ha pertenecido y servido y del cual espera amnesia judicial hacia su persona y su familia por el asunto queretano antes mencionado.
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