A lo largo del siglo XX (y buena parte del siglo XIX) la sucesión presidencial marca uno de los momentos más traumáticos de la vida pública. En una sucesión se originó el golpe que llevó a Porfirio Díaz al poder. Treinta y seis años más tarde, fue otra sucesión, la de Madero, la que inició la caída de Díaz y dio pie al alud de la Revolución. Sólo tres décadas después –en 1946– el nuevo régimen encontraría una solución que cancelaba el levantamiento militar y las asonadas como vías de acceso legítimo al poder presidencial. Esa solución fue un sui generis régimen autoritario: un sistema de partido único que permitiría la movilidad social y la constante circulación de las élites.
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