sábado, 28 de julio de 2018

Marcos Roitman Rosenmann: Nicaragua: intelectuales y razón de Estado

Los amigos de mis amigos no son amigos, y los enemigos de mis enemigos no son mis aliados. Es necesario aclarar estos términos para explicar la realidad que vive Nicaragua y el papel de los intelectuales. ¿Qué sentido tiene reflexionar sobre el poder sin realizar una crítica a la razón de Estado? La tarea del intelectual, concepto nacido peyorativamente, sirvió para designar a quienes por vez primera, comandados por Émile Zola, manifestaron su rechazo a la mentira, manipulación, justicia corrupta, antisemitismo e impunidad del Estado en el caso Dreyfus. Yo acuso de Zola, define su rol en el espacio público. Se les desprestigió, afirmando que no era de su incumbencia cuestionar el poder y las decisiones de Estado. Dedíquense a sus tareas, escriban novelas, pinten, realicen investigación científica, docencia, etcétera, pero no se metan en política. Es terreno vedado. Julio Verne encabezó la lista de inquisidores. Tras juicio amañado, Zola se marcha al exilio, de regreso a Francia, muere en extrañas circunstancias. La historia es larga, los desatinos del poder han sido muchos y los silencios cómplices también. Simplemente Stalin. La crítica a destiempo no es crítica, sino justificación. Llámeseles militantes orgánicos, pero no intelectuales. Nicaragua no es la excepción. El insulto se ha convertido en un arma poderosa contra quienes dibujan un cuadro políticamente incorrecto. Los defensores del gobierno Ortega-Murillo, no construyen argumentos, ni aportan datos. Se erigen guardianes de un régimen, disque de izquierda, progresista y revolucionario. Su justificación: el enemigo a combatir es el imperialismo yanqui. “Ortega es nuestro hijo de puta”. Así comienza la retahíla: “desconocen la geopolítica”, “son tontos útiles”, “se asimilan a los golpistas”, “ignorantes”, “los hay financiados por la CIA”. La crítica se deriva a lo personal. Las reflexiones de pensadores, militantes, activistas, dirigentes políticos, teólogos de la liberación, poetas, académicos, escritores, en fin intelectuales, cuyos trabajos aportan al debate, son ninguneados. Ahora, los acólitos de Ortega-Murillo, que les citaban como parte del pensamiento emancipador, les convierten en enemigos. ¿Qué ha pasado? El mensaje es claro: conmigo o sin ti.

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