La “arquitectura de la opresión global”. Con esta frase, Edward Snowden calificó el 9 de junio de 2013 a todo el aparato del monstruo en cuyas entrañas trabajó como experto en inteligencia: la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos. Con sólo 29 años de edad, Snowden y su compañera desafiaron el más formidable de los poderes que han existido en toda la historia. Su rol de héroe planetario será recordado para siempre. A quien lo dude lo invito a ver en Netflix la película que sobre Snowden realizó Oliver Stone, dando lugar a una obra maestra del cine político y documental. En el filme quedan revelados numerosos detalles sobre lo que las nuevas tecnologías de la información pueden lograr, para bien y para mal en el mundo actual. El recuerdo de Snowden se conecta seis años después con la captura de Julian Assange, el periodista creador de WikiLeaks, la agencia que ha difundido buena parte de la información secreta del gobierno estadunidense. Su detención atenta contra la libertad de expresión y los derechos humanos. También se enlaza con otras revelaciones como los Papeles de Panamá, que puso al descubierto la lista de personajes que lavan sus fortunas en los paraísos fiscales, eludiendo el pago de impuestos en sus propios países. Igualmente se relaciona con el escándalo informático de la compañía inglesa Cambridge Analytica (hoy desaparecida), empresa de datos dedicada a detectar el comportamiento de los consumidores o de los votantes, utilizando herramientas como la sicología conductual o la tecnología publicitaria. Acusada de captar información que viola el derecho a la privacidad con el objeto de orientar las elecciones de una docena de países, Cambridge Analytica fue sancionada cuando se descubrió que utilizó los datos de Facebook de casi 30 millones de ciudadanos estadunidenses para favorecer a Donald Trump.
de La Jornada: Política http://bit.ly/2W0PPx3
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