Sólo me referiré brevemente a lo que todo mundo sabe o bien puede consultar en Internet. A su muerte temprana, Celso Piña dejó un valioso patrimonio cultural grabado en sus adaptaciones de la música del norte de México, de la colombiana y de otras latitudes al acordeón que tocó con la magia que tantos sintieron como un llamado al alborozo de cuerpo y alma. Así fue desde niño este ejemplar artista. Donde el regiomontano se paraba a ejecutar su instrumento, a cantar y bailar dejaba constancia, en el enjambre de músicos populares, de que el estilo es el hombre (no sin su circunstancia).
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