Una de las modas políticas de años recientes fue la designación de funcionarios transexenales, que obedecen a los intereses y factores que propiciaron sus designaciones y que, a la vez, lentifican, obstruyen o abiertamente sabotean a las administraciones subsecuentes, al menos durante el lapso, intencionalmente extendido, que duran esos encargos hechos bajo diseño envenenado. Así se han nombrado fiscales, auditores, comisionados y otras figuras públicas, bajo el cobijo tramposo de una “autonomía” que en los hechos ha sido complicidad con los patrocinadores y problemas para los siguientes gobernantes.
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