Más de 30 padres de familia han forjado su vida sembrando maíz, frijol y calabaza en las faldas de los cerros. Sus parcelas no rebasan las dos hectáreas y pocos siembran en tierras de riego. Varios de ellos utilizan el espeque por lo agreste del terreno. En los pasados cinco años han tenido que sortear su vida trabajando medio tiempo en su labor, para concentrarse en la búsqueda de sus 43 hijos.
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