Sucedió algo extraordinario en Estados Unidos: un oficial de la Agencia Nacional de Inteligencia reveló al inspector de la agencia (una especie de contralor interno responsable de vigilar el comportamiento de sus funcionarios) que el mandatario Donald Trump, había presionado al jefe de Estado de Ucrania para que se investigara aHunter Biden, hijo del candidato a la presidencia Joseph Biden, sobre su relación con una compañía petrolera ucraniana en la que era miembro del consejo de administración. Trató de demostrar, sin que existieran pruebas, que el entonces vicepresidente Joseph Biden había usado su influencia para apoyar negocios de esa compañía en Estados Unidos. El whistle-blower presenció la llamada telefónica en la que Trump amenazó al presidente ucraniano que de no cumplir con sus exigencias suspendería la ayuda militar autorizada por el Congreso estadunidense con el fin de que ese país se defendiera de la agresión rusa. El quid-pro quo en el fondo era un vil chantaje. En circunstancias normales, el inspector de la Agencia de Seguridad debía informar al Congreso, pero la Casa Blanca vetó la posibilidad.
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