La contrarreforma educativa de Enrique Peña Nieto jamás tuvo el propósito de mejorar la “calidad educativa” o apoyar a la infancia. La intención era estrictamente política desde el principio hasta el final. Se buscó destruir al sindicalismo democrático magisterial y despedir a los maestros más conscientes y participativos, sobre todo en los estados del sur, con el fin de empoderar a las burocracias gubernamentales y poner el sistema educativo nacional al servicio del sector privado y las grandes empresas trasnacionales.
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