En su crónica sobre la peste de Atenas, ocurrida entre los años 430 y 429 aC en plena guerra contra Esparta, Tucídides nos legó una inquietante descripción del hundimiento moral que experimenta un pueblo en medio de una epidemia: en aquella catástrofe los atenienses, ante el giro de la fortuna, se entregaron sin contención “al menosprecio tanto de lo divino como de lo humano”, multiplicando con ello los efectos desgraciados de una enfermedad letal e indescifrable para aquella época. El relato de Tucídides es uno de los más antiguos testimonios de la manera en que las epidemias dejan al descubierto los extremos de la persona humana: por un lado, las acciones más altruistas de algunos individuos; por el otro, el rostro más abyecto de los más, historia que ahora se repite bajo el matiz de nuestro tiempo.
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