“Vengo a servir a los pobres”, fue el primer mensaje que dio don Arturo Lona al llegar a Tehuantepec, antes de ser consagrado obispo, la tarde del 14 de agosto de 1971. La gente que lo esperaba en el atrio de la catedral fue cautivada por su carisma y sencillez. La cultura colorida y bullanguera de las tehuanas permitió a don Arturo rencontrarse con la dimensión festiva y comunitaria de un pueblo creyente. Entendió que la celebración de la fe se nutría de la cosmovisión y las prácticas rituales que dan fuerza e identidad a los pueblos indígenas. En medio de los saludos y las cadenas de flores que lo ataviaron como un visitante distinguido, don Arturo se encarnó a esta realidad como un profeta del pueblo que sufre y lucha contra los cacicazgos políticos y las empresas trasnacionales.
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