Seguramente a ustedes les sucede: cuando uno formula un pronóstico optimista, positivo, benéfico y éste no se realiza, da muina, tristeza y, por supuesto, un inevitable sentimiento de frustración. Pero peor: cuando se predice un escenario tétrico, malsano, negativo y ándale que acertamos, éste sí que es un duro golpe. Que no sólo nos abruma, sino peor, nos hace sentir como aves de mal agüero y más: a los compañeritos paranoicos y culpígenos nos provoca a considerarnos cómplices o culpables, por el solo hecho de haber sido fisgones y opinadores.
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