Reconozco: en mis artículos recientes se produce un error de perspectiva. Por ejemplo, cuando opiné que la nación parecía un barco sin timonel que podría estar viviendo la última etapa de su decadencia, confundí la descomposición del aparato político, que es real, con el de la nación, que es inexistente. Creo que esto se debe a la vieja cultura que hacía responsable de lo bueno y lo malo a la presidencia imperial. Pero hay que disociar: el sistema puede estarse hundiendo, pero la nación parece llena de vida. Este traslape frecuente suscita exasperación y derrotismo.
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