El secretario propone y don Dinero dispone y, si se descuida, lo regañan. Después del regodeo banquero, cuyos personeros nos informaron que no la habían pasado tan bien en años, siguió el discurso presidencial y el de su secretario para confirmar lo que los señores del crédito y las comisiones reclamaban sotto voce y hasta airadamente: frente a los malos tiempos que llegaron y no se irán, sólo quedan sangre, sudor y lágrimas, que no se repartirán con criterio de equidad y sentido de igualdad, sino conforme a los pesos de cada quien. Pero sin proporcionalidad alguna; mucho menos progresividad, como alguna vez ofrecieron.
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