Siempre es más fácil ejercer la crítica que la autocrítica, ver la paja en la derecha ajena en vez de ver la viga en la propia izquierda. ¿Cómo no indignarse cuando la Secretaría de Desarrollo Social desvía los fondos de la Cruzada Contra el Hambre para comprar millones de televisores e imponer al PRI como primera fuerza en el país? ¿Cómo no enfurecerse ante el desfile de millones de pesos del PRI-PVEM? ¿Cómo no irritarse cuando el ex presidente que armó al país quiere imponer a su esposa como candidata a la más alta investidura? Pero mucho más dolorosa es la autocrítica: ¿cómo no llorar el secuestro del poder que hicieron los actuales líderes del PRD al partido que había logrado unir a todas las izquierdas? ¿Cómo no reclamar a líderes tránsfugas “de izquierda” que se pasaron a la derecha sin el menor escrúpulo? ¿Cómo no sufrir ante el declive de un gobierno que en la ciudad de México dio pasos agigantados en torno a las libertades y los derechos sociales?
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