Fue 2017 el annus horribilis de la industria de la refinación en México. La utilización de su capacidad instalada se derrumbó a 48 por ciento, una cifra sin precedente. La producción de gasolina y diesel disminuyó 24 por ciento respecto a la registrada en 2016 y 45 por ciento en relación con la observada en 2013. Para satisfacer la demanda interna México tuvo que importar más de 71 por ciento de la gasolina consumida en el país, 66 por ciento del diesel y más de la mitad del gas LP. Este nivel de dependencia en las importaciones es poco común en el mundo, menos aún en un mercado del tamaño del de este país; refleja un desempeño inequívocamente desastroso y plantea complejos problemas de seguridad energética. Es el resultado de un largo proceso de deterioro de la refinación que ojalá haya tocado fondo.
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