La clase política mexicana ha demostrado tener un instinto de conservación inigualable. No sé de qué otra manera pueden interpretarse estos múltiples movimientos migratorios que llevan a un distinguido miembro del partido “X” a mudarse al partido “Y”, sin mediar argumento ni mayor explicación. Se me ocurre que piensan que no hay razón para quedarse en el Titanic ahora que ven llegar el gigantesco iceberg del voto en contra del partido al que han pertenecido por décadas. En el fondo deben pensar lo que muchos electores, con un pequeños matiz: “Todos los partidos son iguales. Da lo mismo estar en uno que en otro”.
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