La historia de nuestros conflictos políticos ha estado marcada por las acusaciones de fraude. Esto no es nuevo. En el lejano año de 1828 la competencia entre Guerrero y Gómez Pedraza llevó al primero a rechazar los resultados y a encabezar un movimiento. “La República reprobó su primera prueba”, como dice Josefina Z. Vázquez. El fraude electoral y las descalificaciones de los procesos son una constante en toda la historia de México; es una práctica de las élites del poder que merece un estudio especial, una indagación sobre su naturaleza.
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