En un artículo anterior, dedicado a los científicos que se oponen al gobierno y su Cuarta Transformación (La Jornada, 8/13/19), concluimos que se trata de la reacción de un grupo que ve amenazado un estilo de hacer ciencia que ya no tiene sentido frente a la situación de emergencia que hoy vive no sólo el país sino el mundo entero. Hoy requerimos, con urgencia, de otra ciencia y tecnología capaz de remontar tanto la mayor desigualdad social de toda la historia como la mayor amenaza al equilibrio ecológico del planeta. Ello cuestiona falsas ideas como que “más ciencia es sinónimo de progreso”, y deja sin sustento un dogma mayor: que el trabajo de los investigadores es por definición moralmente bueno. Desde esa mitología los científicos quedan automáticamente bendecidos y convertidos en seres que realizan actividades inmaculadas.
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