En los albores del neoliberalismo a inicios de los años 70 −y con mayor profundidad en México desde el sexenio de Carlos Salinas de Gortari a finales de los 80−, las organizaciones de lo que se dio en llamar entonces crimen organizado comenzaron a abandonar la marginalidad y se instalaron en el corazón de nuestros sistemas políticos y económicos, ya no como una anomalía sino como un indicador de la evolución criminal del mundo moderno. Dada su naturaleza profundamente depredadora, y debido a su esencia parasitaria y encubierta, las nuevas organizaciones criminales se vieron obligadas a actuar con discreción; es decir, en las sombras, ya que su actividad es punible conforme al Estado de derecho formal.
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