El saxofón de María Elena Ríos Ortiz quedó solitario y silencioso en un cuarto en Huajuapan, Oaxaca, con su estuche corroído por el ácido sulfúrico. Su dueña vive refugiada en otro lugar, dañada “del cuerpo y del alma”, como ella dice, buscando estar lejos del alcance del agresor que pagó 30 mil pesos a dos hombres, empleados suyos, para que vaciaran dos litros del químico más corrosivo en el rostro, los brazos y el pecho de esta joven.
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