De nueva cuenta, un suceso con fondo destapa fuerte andanada de críticas –certeras algunas y oficiosas las más– sobre la actuación del Presidente de la República. Poco inciden estas en la sustancia histórica, simbólica y política de la protesta femenina sino, sobre todo, encallan en la incomprensión e insensibilidad del mandatario sobre el movimiento femenino. Al emitir comentarios sobre la planeada marcha y el “día de ausencia” de mujeres, se dio espacio para mostrar una supuesta incapacidad de juicio sobre dicho fenómeno en proceso. Resaltar uno de los ángulos que matizan el movimiento de protesta se toma, de inmediato, como evidencia de la manifiesta cojera presidencial en todo su accionar. Pasan, en primera línea, una fulgurante y repetitiva revista sobre aspectos neurálgicos de AMLO. Resaltan lo que consideran una marcada renuncia a desprenderse de ataduras conservadoras o, peor aún, de intensos rasgos negativos: el supuesto narcisismo. El golpeteo mediático no obedece a diferencias de criterio, errores atisbados que deben corregirse o las sinrazones y consecuencias malsanas de las posturas adoptadas. Más bien se trata de aprovechar cada uno de los instantes y ocasiones para ir minando la densa legitimidad otorgada por el votante.
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